Saber esperar no es fácil, hay que ser fuerte y no tener miedo de perderse. Para hacerlo, hay que armar un juego, en el que podamos ser alguien distinto. Inventar un nombre, y así, un pasado y una historia.
Fermín, Vanina y Catalina son fuertes. Y esperan en una casa la llegada de Lisandro. O eso creemos.
Sienten la mirada acusadora de los otros sobre su nuca, y respiran sus vergüenzas y secretos. Todo aquello que quisieran permaneciera oculto, se encuentra allí, desnudo frente a sus ojos. Son tres extraños con la impunidad de poder ser quienes quieran ser, sin miedo a las consecuencias.
Vanina, Catalina y Fermín están solos. Y esperan. Están lejos, y no hay forma de volver a casa. Tal vez, cuando llegue Lisandro.
Catalina, Fermín y Vanina mienten. Tienen tanto miedo, que hacen todo lo posible por no conocerse. No se entienden ni se escuchan. No tienen la fuerza necesaria para ser correspondidos, ni el coraje de quedarse callados.
No crean nada de lo que digan. Y mucho menos de lo que diga Lisandro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario